Gracias a la afición que los israelitas tenían por los árboles genealógicos, sabemos muchas cosas de Aarón: era descendiente de Leví uno de los hijos de Jacob; su mujer se llamaba Isabel y tuvo cuatro hijos, y, lo más importante, era el hermano mayor de Moisés. Tuvo suerte, esto le salvó de la orden del Faraón de matar a los niños hebreos.
Cuando se enteró de que Moisés volvía de nuevo a Egipto después de varios años huido en Madiam, el susto que se llevó al encontrarse con él fue de "aquí te espero". Nada menos -le dice Moisés- que tiene que acompañarle al Faraón y hablar en su nombre -a él no se le daba bien- para pedirle la libertad para todo su pueblo, los hebreos.
Y el Faraón les dio con la puerta en las narices, porque los hebreos eran una mano de obra muy barata: los tenían como esclavos. ¡Ah!, además las cosas fueron a peor: el Faraón dio orden de aumentarles el trabajo y, encima, los encargados hebreos les armaron la bronca porque los acusaban de lo mal que lo pasaba todo el pueblo por su culpa.
No se achicaron Moisés y Aarón, sino que, convencidos de que Dios les había confiado esta tarea tan hermosa, siguieron en sus trece. ¡Lo que hicieron para conseguir que el Faraón diera su brazo a torcer! Les costó mucho, pero -¡Dios estaba por medio!- lo consiguieron. ¡Saltaban de gozo al comunicar al pueblo que el Faraón les dejaba marchar!
Si duro había sido el trabajo con el Faraón, más lo fue en el camino por el desierto. La gente se rebelaba contra Moisés y contra él. En algunos momentos las pasaron canutas. Menos mal que Dios estaba de su parte y les echaba una mano: les daba el maná, de repente aparecían unas manadas de codornices, brotaba agua de una roca... ¡Y algo muy bueno, en los momentos difíciles -y hubo muchos- acompañaba a Moisés en la oración!
Lo peor fue al pie del Sinaí, cuando, ante las presiones del pueblo al no regresar Moisés de la montaña, se vio obligado a fundir un becerro de oro y la gente lo adoró como si fuera el Dios que les había sacado de Egipto. ¡Menuda la que se armó! Aarón buscaba toda clase de excusas, pero su hermano le metió una bronca de las que hacen época. Algo le consoló, el que no fue solo para él, sino para todo el pueblo por haberle obligado a hacer tal cosa.
No llegó a entrar en la "Tierra Prometida". Lo había anhelado y soñado muchas veces. Pero... Dios tiene sus caminos. En su peregrinar por el desierto, llegaron al monte Hor. Acompañado por su hijo Eleazar y moisés, su hermano, subió a la cima. Moisés tuvo un gesto precioso con él: tomó las vestiduras sacerdotales de Aarón y se las puso a Eleazar. Y en la felicidad de que su hijo continuaba su misión en el pueblo, Aarón murió.
De Aarón nos han quedado como recuerdo las palabras con que bendecía a los israelitas y aún seguimos utilizando los cristianos: