miércoles, 16 de noviembre de 2022
viernes, 11 de noviembre de 2022
EVANGELIO PARA ADULTOS
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan."
Jesús le contestó: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre"." Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: "Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo."
Jesús le contestó: "Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto". Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras". Jesús le contestó: "Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios". Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Lucas 4, 1-13
En el trasfondo de todas las tentaciones está la tentación primera, la original, la que convirtió el Edén en un desierto: la autonomía sin límites del hombre, el no aceptar ser medido por la sabiduría de Dios, el querer ser como Dios.
La primera tentación invita a centrar todas las aspiraciones del hombre en el tener, en consumir. ¡No solo de pan vive el hombre! El verdadero pan del hombre es mucho más que la comida y las expectativas del corazón humano van mucho más allá de lo que ofrece la sociedad del bienestar. Dios y la vida eterna son la respuesta adecuada a la sed de infinito que tiene el hombre.
La segunda tentación es la del poder, tentación que abre el camino a todas las idolatrías, también las del momento presente. Hoy como ayer, el vacío de Dios hace emerger a todos los ídolos. La Iglesia y cada cristiano han de servir al único Dios y no doblar la rodilla ante el dios de este mundo.
La tercera tentación tiene lugar en Jerusalén. El tentador le ofrece escapar de la muerte por ser Hijo de Dios y cambiar ese destino de humillación por el aplauso social, por el prestigio y el marketing según las expectativas humanas. Si hubiera cedido a esta tentación, Jesús no hubiera muerto en la cruz. En cambio, ejerció su verdadera libertad amando hasta el extremo y siendo obediente hasta la muerte; la locura de la cruz nos redime y salva.
Juan Antonio Reig Pla