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jueves, 31 de mayo de 2018

MARTA Y MARÍA

Jesús iba camino de Jerusalén. Era la época de la Fiesta y la ciudad estaba llena de gente. Por eso quedó en una casa de Betania donde vivían las hermanas Marta y María y su amigo Lázaro. No estaba lejos de Jerusalén.

María se sentó en los pies de Jesús que escuchaba sus palabras. Mientras, Marta se afanaba preparando la comida y limpiando la casa. Hasta que se paró y le dijo a Jesús:

-¿No te importa que María me deje sola con las tareas? Dile que tiene que ayudarme.

María prefería escuchar a Jesús. No quería perderse una sola palabra.

-Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, cuando una sola es necesaria -le dijo Jesús.

Jesús quería que Marta escuchara también. Él no necesitaba una comida especial y no le importaba que hubiese polvo en la casa.
Marta, María y Lázaro querían a Jesús, y Jesús los quería a ellos.

                                                ...................................................................

Lázaro se puso enfermo y las hermanas Marta y María enviaron un recado a Jesús:

-Tu amigo está enfermo.

Pero Jesús no llegó a tiempo y Lázaro murió.

Cuando Jesús llegó, Marta salió a recibirlo. Sus ojos estaban enrojecidos de tanto llorar.

-Si hubieses llegado antes... -le dijo ella-. Dios hace todo lo que le p ides. Podías haber curado a Lázaro. Pero ahora está muerto, ya lo hemos enterrado.

María le dijo lo mismo:
-Si hubieses llegado antes...

Y comenzaron a llorar de nuevo. Jesús también lloró. Pero tenía una sorpresa para Marta y María.

-Lázaro volverá de nuevo a la vida -les dijo Jesús-. Dios quiere que esto suceda. Ésta es la mejor noticia de todas. Todos los que confían en mí vivirán aunque mueran.

Jesús se quedó de pie en la entrada de la cueva en la que Lázaro estaba enterrado.

-Lázaro, sal fuera -lo llamó Jesús.

Y Lázaro salió.

Tu primera Biblia. Edebé.



lunes, 28 de mayo de 2018

BARTIMEO

-¡Dame una limosna! ¡Dale algo de dinero a un pobre mendigo ciego! -gritaba Bartimeo.

Tenía los ojos enfermos y no podía ver. Para él todo estaba oscuro. Todos los días se sentaba junto al camino. no podía trabajar. Por eso tenía que pedir dinero.

Un día Jesús llegó a la ciudad en la que vivía Bartimeo. Bartimeo sabía que Jesús curaba a la gente. ¡Quizá podría curarlo!

Se oían voces. Voces fuertes y entusiasmadas. Bartimeo podía oír a la gente que se acercaba: pat, pat, pat...

Ayúdame. Jesús! ¡Ayúdame! -gritó con todas sus fuerzas.

Jesús lo oyó y se paró.
-Decidle que se acerque -pidió Jesús.

-Jesús quiere verte -le dijeron al ciego Bartimeo.

Inmediatamente dejó la capa que le mantenía caliente. Dio un salto y se acercó a Jesús. No podía ver pero la gente le ayudó a encontrar el camino.

-¿Qué quieres que haga? -le preguntó Jesús.

-Quiero ver. Por favor, ¡haz que vea!

-Has tenido confianza en que podría curarte -contestó Jesús-. Por eso, tú verás.

Bartimeo abrió los ojos. Ya no estaba oscuro. ¡Había luz!

-¡Puedo ver! -gritó con alegría-. Me voy contigo, Jesús.

Tu primera Biblia. Edebé.



domingo, 13 de mayo de 2018

LA BODA DE REBECA

-Necesitamos agua -dijo la madre de Rebeca.

-Ahora mismo la traigo -se ofreció Rebeca, mientras cogía la jarra de barro y la ponía sobre su hombro.

Y se dirigió al pozo a buscar agua.

Mientras caminaba, Rebeca iba cantando. Cuando llegó al pozo, llenó la jarra hasta el borde. Ahora pesaba mucho. Rebeca iba con cuidado para no derramar el agua.

Junto al pozo, Rebeca vio unos camellos que parecían sedientos.
"Han debido de hacer un largo camino", pensó la joven.
Y empezó a contar los camellos.
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, ¡diez!

En aquel momento, uno de los hombres que estaban junto a los camellos se dirigió a Rebeca.
-¿Puedes darme un poco de agua para beber?

Rebeca era muy prudente con los extraños.
Pero ese hombre no tenía jarra para beber y tenía aspecto de estar cansado y de tener sed.

-Claro que sí -le contestó-. ¿Son suyos esos camellos? También les daré agua.



El hombre se puso muy contento. Y, ante el asombro de Rebeca, abrió su bolsa y le regaló dos pulseras de oro.

-Me gustaría saber quién es tu padre -le preguntó el hombre-. Necesito un lugar para pasar la noche.

-Mi padre se llama Betuel -respondió Rebeca. Y se fue corriendo a avisar a su madre.

¡Betuel! El hombre apenas podía creer lo que oía.

-Llevo el encargo de Abraham de encontrar a un sobrino llamado Betuel. Gracias, Dios mío, por ayudarme a encontrarlo.

El hermano de Rebeca se ocupó de los camellos y su madre sirvió una estupenda cena al visitante. Después de cenar, él les contó el motivo de su visita.

-Abraham me ha enviado. Su hijo Isaac ya es un hombre -explicó el visitante-. Vengo a buscarle esposa. Estaba junto al pozo pidiendo a Dios que me ayudase, cuando apareció Rebeca. Fue muy amable. Estoy seguro de que es la chica que le conviene a Isaac.

Después de decir esto, volvió a abrir su bolsa, que estaba llena de maravillosos regalos para Rebeca y su familia.
-Tengo que regresar enseguida a casa -dijo el hombre-. ¿Puede venir Rebeca conmigo?
-Si -accedió ella-. Iré.

Fue un viaje muy, muy, muy largo. Y, finalmente, llegaron a casa de Abraham.
Isaac salió a recibirlos. Al principio, Rebeca sentía vergüenza. Pero Isaac se enamoró de ella nada más verla. Nunca se ha visto una boda más feliz.


Tu primera Biblia. Edebé.


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