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martes, 30 de noviembre de 2021

CARTA DE JESÚS

 Querido Amigo:

Como sabrás, nos estamos acercando otra vez a la fecha en que festejan mi nacimiento.

El año pasado hicieron una gran fiesta en mi honor y me da la impresión que este año ocurrirá lo mismo. A fin de cuentas ¡llevan meses haciendo compras para la ocasión y casi todos los días han salido anuncios y avisos sobre lo poco que falta para que llegue!

La verdad es que se pasan de la raya, pero es agradable saber que por lo menos un día del año piensan en mi. Ha transcurrido ya mucho tiempo cuando comprendían y agradecían de corazón lo mucho que hice por toda la humanidad.

Pero hoy en día, da la impresión de que la mayoría de la gente apenas si sabe por qué motivo se celebra mi cumpleaños.

Por otra parte, me gusta que la gente se reúna y lo pase bien y me alegra sobre todo que los niños se diviertan tanto, pero aún así, crea que la mayor parte no sabe bien de qué se trata. ¿No te parece?

Como lo que sucedió, por ejemplo, el año pasado: al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron unas gran fiesta pero... ¿Puedes creer que ni siquiera me invitaron? ¡Imagínate! ¡Yo era el invitado de honor! ¡Pues se olvidaron por completo de mi!

Resulta que habían estado preparándose para las fiestas durante dos meses y cuando llegó el gran día me dejaron al margen. Ya me ha pasado tantísimas veces que lo cierto es que no me sorprendió.

Aunque no  me invitaron, se me ocurrió colarme sin hacer ruido. Entré y me quedé en mi rincón. ¿Te imaginas que nadie advirtió siquiera mi presencia, ni se dieron cuenta de que yo estaba allí?

Estaban todos bebiendo, riendo y pasándolo en grande cuando de pronto ser presentó un hombre gordo vestido de rojo y barba blanco postiza gritando: "Jo, jo, jo".

Parecía que había bebido más de la cuenta, pero se las arregló para avanzar a tropezones entre los presentes mientras todos los felicitaban.

Cuando se sentó en un gran sillón todos los niños, emocionadísimos, se le acercaron corriendo y diciendo: ¡Santa Claus! ¡Como si él hubiera sido el homenajeado y toda la fiesta fuera en su honor!

Aguanté aquella "fiesta" hasta donde pude pero al final tuve que irme. Caminando por la calle me sentí solitario y triste. Lo que más me asombra de cómo celebra la mayoría de la gente el día de mi cumpleaños es que en vez de hacerme regalos a mí, ¡se obsequian cosas unos a otros! y para colmo, ¡casi siempre son objetos que ni siquiera les hacen falta!

Te voy a hacer una pregunta: ¿A ti no te parecería extraño que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos decidieran celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no te dieran nada a ti? ¡Pues es lo que me pasa a mi cada año!

Una vez alguien me dijo: "Es que tú no eres como los demás, a  ti no se te ve nunca. ¿Cómo es que te vamos a hacer regalos?" Ya te imaginas lo que le respondí.

Yo siempre he dicho: "Pues regala comida y ropa a los pobres, ayuda a quienes lo necesiten, ve a visitar a los enfermos". ¡Es como si me lo hubieras dado a mi personalmente".


Tu amigo
Jesús



martes, 16 de noviembre de 2021

A MIS HIJOS

 


Algún día, cuando mis hijos sean suficientemente grandes para entender la lógica que motiva a los padres, les diré:

Te amé lo suficiente, como para preguntarte a dónde ibas, con quién, y a qué hora regresarías a la casa.

Te ame lo suficiente, como para insistir en que ahorraras dinero para comprarte una bicicleta aunque nosotros tus padres pudiéramos comprarte una.

Te ame lo suficiente, como para callarme y dejarte descubrir que tu nuevo y mejor amigo era un patán.

Te ame lo suficiente, como para fastidiarte y estar encima de ti, durante dos horas, mientras arreglabas tu cuarto, un trabajo que me hubiese tomado a mí sólo 15 minutos.

Te ame lo suficiente, como para dejarte ver mi ira, desilusión y lágrimas en mis ojos. Los hijos también deben entender que no somos perfectas.

Te ame lo suficiente, como para dejar que asumieras la responsabilidad de tus acciones, aunque los castigos eran tan duros que rompían mi corazón.

Pero sobre todo, te ame lo suficiente, como para decirte que "NO" cuando sabía que me ibas a odiar por ello.

Esas fueron las batallas más difíciles para mí.

Pero estoy contento por haberlas ganado porque, al final, también las ganaste tú.

Y algún día, cuando tus hijos sean suficientemente grandes para entender la lógica que motiva a los padres, tu les dirás: 

"Te amé lo suficiente, como para hacer todo lo que hice por ti". 


viernes, 12 de noviembre de 2021

EL JOVEN RICO

 Jesús predicaba por el valle del río Jordán y las multitudes acudían a Él para escucharle. Un joven se le acercó, se puso de rodillas y le dijo: "Señor, ¡qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?"

Jesús le dijo lo que el joven y nosotros hemos escuchado muchas veces: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". El joven quiso que Jesús mismo se los recordase y le preguntó: "¿Cuáles?"

Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre y, amarás al prójimo como a ti mismo".

El joven dijo: "Eso lo he guardado desde mi juventud; ¿qué mas me falta?" Jesús fijó en él su mirada y le amó, como había hecho con los apóstoles antes de llamarlos a que le siguieran.

"Aún te falta una cosa", le dijo Jesús, "si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, luego, ven y sígueme". Le estaba pidiendo que se convirtiera en uno de sus discípulos.

Al oír esto, el joven ser marchó abatido y entristecido porque era muy rico y tenía muchos bienes. Cuando se fue, Jesús les dijo a los apóstoles: "¡Qué difícil es que los que tienen riqueza entren en el Reino de los Cielos!"

Los apóstoles se quedaron sorprendidos de oírle. Jesús les dijo: "¡Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios!" Los ojos de aguja eran puertas muy bajitas de las murallas de una ciudad.

Y del joven rico no supimos más, ni siquiera su nombre. Quien pudo ser uno de los discípulos y formar parte de la aventura de evangelizar el mundo, rechazó esta llamada por estar apegado a las cosas materiales.