El hombre conoció a su mujer y ésta dio a luz a Caín. Un bebé varón. Después volvió a dar a luz y tuvo a Abel que, claro, era hermano de Caín.
Con el tiempo, Abel se hizo pastor y Caín cultivaba la tierra. Un día Caín le hizo a Dios una ofrenda con los frutos de la tierra y Abel hizo lo mismo, ofreciéndole al Señor su mejor pieza de ganado, demostrando así al Señor que le amaba por encima de todo, dándole lo mejor que tenía.
A Dios, entonces, le agradó más la ofrenda de Abel que la de Caín, y éste último se enfadó por ello.
El Señor le preguntó a Caín: "¿Por qué andas cabizbajo? Si obraras bien, andarías erguido y mirarías al frente, sin vergüenza ni rencor".
Entonces Caín, enfurecido, le dijo a su hermano: "¡Vamos al campo!", y allí, cargado de celos y de ira, mató a su hermano Abel.
Dios le preguntó entonces: "¿Dónde está Abel, tu hermano?"
Y Caín le contestó: "¡Yo qué se! ¿Es que soy su guardián?"
Dios, muy enfadado, le dijo: "La sangre derramada de tu hermano está gritando desde la tierra. Ahora serás maldito y cuando cultives la tierra ésta no dará frutos. Andarás errante y fugitivo".
Caín, lleno de miedo, replicó al Señor: "Mi castigo es demasiado grande para soportarlo. Andaré errante y fugitivo y estaré oculto a tu rostro..., cualquiera que me encuentre me matará".
Pero Dios, entonces, dijo: "Si alguien mata a Caín, será siete veces vengado". Y para que esto se cumpliera, el Señor le puso una señal a Caín y así nadie le pudo herir.
Fuente: Alfa y Omega (El Pequealfa)
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