Si el envidioso fuera medianamente inteligente superaría su triste defecto o, al menos, lo disimularía, porque como decía Napoleón: "La envidia es una declaración de inferioridad". El catecismo que estudiamos los que pasamos del medio siglo definían a este pecado "capital" como "tristeza del bien ajeno".
Cuando han venido a mi consulta particular como psicólogo, personas injuriadas, menospreciadas y maltratadas psicológicamente por algún envidioso que no les dejaba vivir, mi tratamiento, que siempre dio resultados, consistía en explicarle al afligido las tretas destructivas del envidioso y hacerle ver que era una persona de suerte, porque cuanto más mérito, valía y éxitos cosecha una persona, si además es bondadosa y positiva, más envidias suscita en tanto pobre diablo fracasado. ¿Nadie le envidia ni le ha envidiado nunca ni ha pretendido hacerle daño? Probablemente, debería preocuparse.
Mi consejo es saber romperle los esquemas haciéndoles el bien y valorando cuanto tengan de meritorio. Al obrar así nos hacemos el mayor bien a nosotros mismo y le demostramos al envidioso que no tiene el menor poder sobre nosotros. Es entonces cuando no pocos envidiosos descubren avergonzados su propia miseria humana. Le hemos hecho un gran favor al darle la oportunidad de convertirse en mejor persona y más feliz. Piensa siempre que le envidioso, mientras lo es, se considera en su fuero interno tan pequeño que no puede soportar que haya alguien que brille, destaque y demuestre de alguna forma su grandeza.
El envidioso es digno de compasión y bien mirado, todo su afán por destruirte, levantarte falsos testimonios y empequeñecerte sólo demuestra su estupidez y vacío interior.
Cualquiera que vea alguno de los programas "basura" en la televisión, comprobará que ese afán de los llamados colaboradores, cuyo oficio es airear y propalar las miserias humanas de los demás, no puede producirles verdadera satisfacción interior, por más dinero que les reporte.
¿Qué aporta a la sociedad, qué se construye, qué enriquece, qué beneficia a nadie, ni a la sociedad, hozar y hocicar como cerdos en el detritus de los demás? ¡Qué nivel el nuestro! Con los bienes que nos reportaría a todos centrarnos en descubrir el mejor ser humano que hay en cualquiera de nuestros semejantes.
Si padeces de acoso y derribo y van a por ti, algún mérito tendrás. Y recuerda la sabiduría de este proverbio árabe: "Sólo se tiran piedras al árbol cargado de frutos".
Bernabé Tierno
(psicólogo y escritor)
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