Isaías fue un profeta que vivió en los siglos VII-VIII antes del nacimiento de Cristo. El libro que, en la biblia, lleva su nombre es bastante extenso y se recogen en él profecías de la época del profeta y de siglos posteriores.
En la primera parte, la más antigua, que llega hasta el capítulo 40, Isaías, entre otras cosas, narra la historia de su vocación, un relato de la visión en el que Dios le pedía que se acercara a su pueblo para recordarles su mensaje de amor y fidelidad.
Según este relato, Dios interrumpe la vida de Isaías en un momento determinado, Isaías puede contemplar toda la gloria del Señor y no puede evitar asustarse, porque le parece que es impuro como para ver son sus propios ojos el rostro de Dios.
Sin embargo, la iniciativa ha procedido del Señor. Y escucha su voz:
"¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mi?"
Isaías no lo duda: "Aquí estoy, mándame".
El Señor le contesta: "Vete y dile a ese pueblo: Oís con vuestros propios oídos, sin entender; mirís con vuestros propios ojos, sin comprender".
Y es que el pueblo del Señor, Israel, estaba ciego y sordo, porque era incapaz de ver la mano de Dios en todas las cosas.
Isaías fue uno de los profetas que anunció con mayor insistencia la llegada del Mesías, el Ungido por Dios, el Cristo que Dios enviaría para salvar a su pueblo.
Y en esta primera parte del gran libro de Isaías, el profeta anunció al pueblo de Israel que el Señor les mandaría una señal: "He aquí que la Virgen dará a luz un hijo, y le llamará Enmanuel..." ¡El nombre que significa Dios con nosotros!
La profecía se cumplió en la Virgen María, que nos ha dado a Jesús, el Salvador, y su Nacimiento es lo que con tanta alegría celebramos en Navidad.
Fuente: Alfa y Omega (El Pequealfa)
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