viernes, 9 de octubre de 2015

ESTHER

No se conoce el nombre del autor del Libro de Esther, aunque la hipótesis más común dice que fue un judío del siglo II antes de Cristo, bien informado de las costumbres persas. En este libro, se trata de explicar a los lectores que Dios salvó a su pueblo, Israel, de un gran peligro, gracias a dos personas: Esther y su tutor, Mardoqueo.

Eran los tiempos del rey Asuero, Esther, una joven muy bella, es llevada a palacio con otras muchas doncellas para que el rey escogiera entre ellas. La belleza de Esther cautiva al rey, que la nombra nueva reina. Esther no tenía padres y su tutor era Mardoqueo, un judío que trabajaba en la corte del rey y que, tiempo antes, le había salvado la vida. Aunque el rey había premiado a Mardoqueo por esto, ascendió con el tiempo a Amán, otro hombre de confianza. 

Amán no podía ni ver a Mardoqueo, pues éste, al ser judío, no se rendía a las costumbres del pueblo, sino que tenía propios principios y valores: los del pueblo de Israel, que adoraba sólo a Dios. El simple hecho de que Mardoqueo no quisiera arrodillarse ante Amán, hizo que éste montase en cólera e informase al rey de que había en su reino un pueblo, el de los judíos, que eran rebeldes y no querían someterse a las leyes. El rey, entonces, cansado de desobediencias, autorizó a Amán para que hiciese lo que le pareciera con el pueblo de los judíos. Y la reacción violenta de Amán no se hizo esperar: los judíos serían exterminados.

Al enterarse de esto, Mardoqueo se vistió de saco y se cubrió la cabeza con ceniza, como hacían en aquellos tiempos los que querían expresar su tristeza y desolación, en señal de penitencia y de súplica al Señor, e hizo saber a Esther que su pueblo iba a ser eliminado por una injusticia.

Esther reacciona de forma valiente y toma una decisión: hará ayuno y oración constante durante tres días y después se presentará ante el rey, a pesar de que hacerlo sin ser llamada era motivo de pena de muerte en aquellos tiempos.
Esther oró con  mucha fe y, después de cumplir el ayuno, se dirigió hacia el rey, muy débil, valiente y bella, pero con el corazón encogido por el miedo. Una vez delante del rey, empezó a hablar, pero se desmayó. El rey, preocupado, la cogió en brazos, e intentó reanimarla. Cuando volvió en sí, pidió al rey que se dignase asistir a un banquete que había preparado para él, junto con Amán.

Una vez en el banquete, el rey le dijo a Esther: "Pídeme lo que quieras, te daré todo, aunque me pidas la mitad de mi reino, te lo daré". 
La respuesta de Esther fue: "Concédeme mi vida y la de mi pueblo. Porque vamos a ser todos exterminados".
El rey se sorprendió "¿Cómo va a ser eso?"
Entonces Esther le cuenta cómo Amán ha condenado a todo su pueblo a morir, y el rey comprende que había ensalzado a un funcionario que no merecía el puesto que tenía.

El pueblo de Israel se salva, de este modo, gracias a la valentía y a la confianza de los más pequeños en Dios.

Fuente: Alfa y Omega (El Pequealfa)





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