Como otros muchos profetas, Zacarías habló al pueblo de la necesidad de ser fieles a Dios: «No seáis como vuestros padres, a quienes predicaron los primeros profetas, diciendo ¡Convertíos de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras! Pero no atendieron, no me escucharon, dice Yavé».
Sin embargo, Zacarías anuncia la voluntad de Dios de restaurar la ciudad y el templo de Jerusalén: "Siento gran amor hacia Jerusalén y hacia Sión. Me he vuelto misericordioso hacia Jerusalén y mi casa será allí reedificada".
La esperanza de la restauración de Jerusalén, la Hija de Sión, que es, en definitiva, la esperanza de la venida del Mesías, la manifiesta Zacarías somo una verdadera explosión de gozo: "Alégrate y regocíjate, Hija de Sión, porque llegaré y habitaré en medio de ti".
En el libro de Zacarías se narran diferentes visiones que el profeta tuvo acerca de la reconstrucción del templo, después del regreso de Israel del destierro de Babilonia y de las cosas que Dios quería para su pueblo.
Hay recomendaciones muy bonitas y palabras muy certeras que Dios puso en labios de Zacarías, destinadas al rey de entonces, el rey Darío: "Debéis juzgar conforme a la verdad, practicad la piedad y la misericordia hacia vuestro prójimo; no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre; no maquinéis el mal en vuestros corazones el uno contra el otro".
Fuente: Alfa y Omega (Pequealfa)
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