Timoteo era un joven que vivía en Listra, una pequeña ciudad del centro de Asia Menor, la actual Turquía. Su padre era griego y su madre, Eunice, judía. Aunque vivía en un ambiente griego, su madre le enseñó la biblia y la cultura judía.
En Listra había una pequeña comunidad de primeros cristianos evangelizados por Pablo y Bernabé. Timoteo y su familia se convirtieron y el joven Timoteo fue testigo de la persecución de estos dos apóstoles por predicar el evangelio.
En su segunda estancia en Listra, el apóstol Pablo le pidió que le acompañara en sus viajes de evangelización por el mundo. El joven Timoteo lo dejó todo y se fue con él a predicar a Jesucristo. Desde entonces fue el discípulo predilecto de San Pablo.
Se le impusieron las manos, convirtiéndolo en presbítero y apóstol, y desde ese momento Timoteo acompañó a San Pablo como tal, haciéndole de secretario en la redacción de la mayoría de sus cartas a los corintios, filipenses, efesios...
Salvo algunas misiones especiales de evangelización, su carrera apostólica se confunde con la de su maestro, san Pablo, trabajando con el apóstol en la fundación de las primeras iglesias cristianas, en Filipo, Tesalónica, Berea, Corinto, Éfeso.
Acompañó a San Pablo a Jerusalén, a Cesarea; se embarcó con él a Roma, cuando San Pablo es enviado prisionero tras apelar al César, cruzando todo el mar Mediterráneo. Le asistió durante su cautiverio, hasta volver con él de Roma a Éfeso.
En esta ciudad, San Pablo le encomienda la comunidad cristiana de la que es hecho obispo. Para aconsejarle sobre su labor al frente de dicha iglesia, el apóstol le escribe dos cartas que se incluyen en el Nuevo Testamento.
Permaneció fiel al frente de la Iglesia de Éfeso hasta su martirio ocurrido bajo la persecución de Domiciano. Timoteo fue un modelo para los primeros cristianos de cómo seguir a Jesús, enseñando su mensaje y muriendo por él. Todo un misionero.
Fuente: Alfa y Omega (El Pequealfa)
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