Érase una vez un hombre que estaba contando sus ovejas. Tenía cien ovejas, por tanto tardó bastante tiempo.
Una, dos, tres, veinte... treinta... cuarenta... noventa y ocho... noventa y nueve...
Aún le quedaban noventa y nueve. ¿Tan importante era aquella oveja que estaba perdida? ¡Por supuesto que si!
El hombre salió rápidamente a buscarla. Miró por todas partes escuchando con atención. No pararía de buscar hasta encontrar a su oveja perdida.
Finalmente, oyó un sonido muy débil.
-¡Beeee! ¡Beeee!
Se dirigió al lugar del que salía el sonido y ¡allí estaba su oveja!
Le dio un gran abrazo.
Después, la levantó. La puso sobre sus hombros y así la llevó todo el camino hasta llegar a casa. Cuando llegó a casa, entró rápidamente para contárselo a su mujer y a sus hijos.
-¡La he encontrado! La oveja perdida está a salvo.
Después, se fue a casa del vecino.
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