Por fin había llegado el último domingo de Adviento y en la casa lucían las cuatro velas de la corona de Adviento, colocada sobre la mesa del comedor como cada año.
Ya era tarde, cerca de la media noche y en ese momento reinaba un silencio absoluto en el cuarto, y tal era el silencio, que se podía oír hablar aunque muy bajito a las velas.
La primera vela, la que más tiempo llevaba ardiendo, lanzó un profundo suspiro y con tristeza dijo: _ Me llamo PAZ. Mi luz brilla, pero los hombres no viven en paz. Ellos no me quieren. Y la vela empezó a perder poco a poco intensidad, hasta que terminó apagándose.
La segunda vela dijo entonces: _ Yo soy la luz de la FE, pero veo que aquí estoy de más. Los hombres ya no creen más que en cosas materiales, banales y en los divos y diosecillos de moda del momento. Ya no tiene sentido que siga encendida. Y poco a poco se fue apagando.
La tercera vela dijo con voz mustia y apagada: _ Yo soy el AMOR, y ya no tengo fuerzas para seguir luciendo. Los hombre me han echado a un lado, solo se fijan y piensan en sí mismos y no en los demás, sin darse cuenta mutuamente cariño y amor. Y al momento también se apagó.
A esto entró el pequeño de la casa cantando alegre en la habitación para ver por última vez en la noche las velas de la corona encendidas y... mirando primero asombrado y luego entristecido, dijo con voz apesadumbrada: _ Pero bueno, qué os pasa velas?, vosotras tenéis que lucir y no iros apagando poco a poco una a una.
Entonces se oyó decir a la cuarta vela con voz tranquila, firme y segura al ver al niño con lágrimas en los ojos y a punto de llorar: _ ¡No tengas miedo! Mientras yo luzca y esté encendida nada está perdido, pues podremos encender nuevamente a las otras velas, pues mi nombre es... ESPERANZA.
Entonces sonrió el niño y cogiendo una cerilla apagada que había encima de la mesa la acercó a la vela encendida, la que se hacía llamar Esperanza, la prendió y acercándola una a una a las otras tres velas, consiguió que todas volviesen a arder y lucir, quizás con más fuerza y brillo que antes.
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