En el principio, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos, y las tinieblas cubrían el abismo. Todo era muy confuso, pero el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas.
Entonces, Dios dijo:
"¡Hágase la luz!, y hubo luz. Le gustó y vio que la luz era buena. Así que decidió separar la luz de la oscuridad, y a la luz la llamó día, y a la oscuridad, noche; pasó una tarde y una mañana, y ese fue el primer día.
En el segundo día de la creación, lo que hizo Dios fue separar las aguas de arriba de las aguas de abajo, y creó el firmamento, al que llamó cielo. Pasó una tarde y una mañana, y al tercer día dijo Dios: ¡Que se junten en un lugar las aguas de debajo del cielo, y que aparezcan los mares y la tierra seca!
Al ver aquello tan bonito, decidió que haría que creciesen las hierbas, los árboles, las flores y los frutos de la tierra. Así ocurrió. Y vio que también esto era muy bueno. Pasó otra tarde y otra mañana.
Entonces, al cuarto día, pensó que le gustaba tanto ver aquello, que haría habitantes para todo lo que acababa de hacer: el cielo, el aire, la tierra y el mar. Y creó el sol, para que iluminase el día, y las estrellas y la luna, que pusieran luz a la noche, tan bella como el día. Pasó una tarde y una mañana.
Los pájaros del cielo y los peces del mar aparecieron por deseo de dios al quinto día; pasó otra tarde y otra mañana.
Al sexto día creó a los ganados, los reptiles y a todos los animales terrestres. Y vio Dios que esto era bueno.
Pero aún le faltaba lo más importante, y decidió crear al hombre, a su imagen y semejanza: Hombre y mujer los creó, dice el texto sagrado para que hombrs y mujeres pudieran compartir toda esa belleza que les había regalado. Pasó otra tarde y otra mañana.
Cuando llegó el séptimo día, nuestro Padre Dios se paró a contemplar todo aquello que había hecho. Le gustaba tanto, que lo bendijo e hizo del séptimo día el día de descanso del Señor.
Fuente: Alfa y Omega (El Pequealfa)
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