Moisés vivía en el palacio del rey. Pero aquello no era para él. Él era un hijo del pueblo de Israel. El rey de Egipto había hecho esclavo al pueblo de Israel. Hombres con duros látigos les hacían trabajar más y más.
Moisés intentó ayudarlos, pero sólo consiguió que el rey se enfadase.
Por eso, Moisés huyó lejos, muy lejos, a otro país, donde trabajó como pastor.
Un día, mientras estaba cuidando las ovejas, vio algo muy extraño. En medio de un arbusto se encendió un fuego. Posía ver las llamas, pero el arbusto no se quemaba. Moisés se acercó más.
Entonces oyó una voz que lo llamaba por su nombre.
-¡Moisés!, ¡Moisés!
Era Dios quien le hablaba.
-Tengo un trabajo especial para ti -le dijo Dios-. Lo se todo acerca del malvado rey de Egipto y las horribles cosas que hace. El pueblo de Israel es mi pueblo. Ve y dile al rey que deje marchar a mi pueblo.
-No puedo hacer eso -se excusaba-. El rey de Egipto está muy enfadado conmigo.
-Podrás hacerlo si yo te ayudo -le contestó Dios-. Di a mi pueblo lo que he dicho. Dile que ya es hora de que tengan una tierra propia. Si tienes miedo, lleva a tu hermano Aarón contigo.
Moisés y Aarón fueron a ver al rey de Egipto.
-Dice Dios que dejes marchar a su pueblo.
-¿Dios? ¿Y quién es ese Dios? -preguntó el rey.
Y hacía trabajar a los israelitas mucho más que antes. Por eso, Dios envió a Moisés para que avisase al rey.
-Deja marchar a mi pueblo o sucederá un terrible desastre: no tendrás agua limpia.
El rey dijo que no.
Yno hubo agua limpia para beber. Fue la primera plaga.
Dios mandó a Moisés para que avisara de nuevo al rey.
-Deja marchar a mi pueblo o te enviaré un terrible desastre.
¡Aparecerán ranas por todas partes: ranas en la sopa y hasta ranas en tu cama!
El rey dijo que no.
Y hubo ranas por todas partes, brincando y saltando. Fue la segunda plaga.
De nuevo envió Dios a Moisés a avisar al rey.
-Deja marchar a mi pueblo o habrá mosquitos, molestos mosquitos, por todos los rincones.
El rey dijo que no.
Entonces, hubo mosquitos zumbando por todas partes. Fue la tercera plaga.
Llegaron nuevas y duras plagas, cuatro, cinco, seis... hasta diez.
-Está bien -gimió finalmente el rey-. Dile a Dios que dejaré marchar a su pueblo.
Tu primera Biblia. Edebé
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