jueves, 17 de marzo de 2022

TOMÁS

 Tomás fue uno de los doce apóstoles escogidos por Jesús para acompañarle durante su vida pública. Le llamaban el Mellizo, aunque no se sabe si era porque tenía un hermano mellizo o por su parecido con alguien del grupo de los doce.

Era un hombre apasionado y que quería mucho a Jesús. Antes del prendimiento de Jesús y de su pasión y, ante el miedo que tenían los apóstoles de acercarse a Jerusalén, Tomás dijo a los demás: "Vayamos también nosotros y muramos con Él".

Pero la verdad es que como todos los apóstoles, huyó en el huerto de Getsemaní, dejando a Jesús solo, que vivió la pasión con la única presencia de María su madre, el apóstol Juan y algunas piadosas mujeres.

Cuando Jesús resucitó se apareció a los discípulos que estaban ocultos por el miedo a ser detenidos y sufrir lo que le había pasado a su maestro. Los apóstoles se pusieron muy contentos de ver a Jesús y se les quitó el miedo.

Tomás no estaba con ellos, no sabemos si porque creía que todo había terminado con la muerte de Jesús o porque no tenía tanto miedo como los demás. El resto de los apóstoles le dijeron que habían visto a Jesús.

Tomás no se lo creía y estuvo riéndose de lo que decían los apóstoles por creer que veían visiones. Y fue capaz de decir que "si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".

Ocho días después, seguían los apóstoles reunidos, y esta vez si estaba Tomás. Se les apareció Jesús y le dijo a Tomás: "Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente".

Tomás le dijo una frase preciosa: "Señor mío y Dios mío". Y de verdad que fu su Señor y su Dios porque cruzó desiertos y llegó a la India donde evangelizó hasta su muerte y donde se conservan los restos de quien metió los dedos en el costado de Dios.

            

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