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domingo, 9 de febrero de 2025

LA MIRADA DEL CATEQUISTA

Los ojos de Jesús, su mirada y su forma de contemplar sirven de modelo para todo catequista. Conocemos esta expresión: "lo esencial es invisible a los ojos" del escritor francés Antoine de Saint-Exupery, autor de El Principito.

La mirada del catequista busca lo esencial en las personas y en las situaciones. En la oración, aprende a mirar como Él y a contemplar el mundo como Dios lo mira. Los ojos son el espejo del alma y el catequista comunica mejor cuando sus ojos se parecen a los ojos de Jesús. 

En este decálogo encuentra el catequista la fuente donde mirarse  para crecer, pedir perdón por sus durezas y juicios, saber alegrarse y llorar cuando su vista se llena de misericordia. Este decálogo es un colirio para los ojos del catequista, para que rebosen compasión y ternura.




1. Es una mirada detallista queda valor a lo pequeño, como la mujer que buscaba el dracma perdido.

2. Su mirada está pendiente de todos, especialmente del que se ha perdido o se marchó. Va en su busca, como en la parábola de la oveja perdida.

3. Su mirada contempla el horizonte y siempre espera, como el Padre en la parábola del hijo que se marchó de casa.

4. Su mirada está llena de afecto, como en la mirada de Jesús al joven rico.

5. Su mirada se detiene en los que están fuera del camino, como en Zaqueo.

6. Sus ojos están llenos de misericordia, como en la mirada al Buen ladrón, San Dimas.

7. Su mirada contempla siempre la fuerza de la vida, no se da por vencido a pesar de la aparente muerte, como en la hija de Jairo.

8. Su mirada no juzga, no recrimina, no condena tal como hizo Jesús en su encuentro con la Samaritana junto al pozo de Siquem.

9. Su mirada es compasiva y llena de ternura, como la del buen samaritano, que ve cuando otros pasaron de largo.

10. Su mirada es profunda, sabe leer los acontecimientos de la vida desde el corazón, a ejemplo de María de Nazaret.


Por el Bautismo recibido
he sido incorporado a la misión
de anunciar el Evangelio a los pobres,
para llevar liberación
a toda clase de cautivos,
para abrir a la libertad
a cuantos estaban encerrados
en sus jaulas y prisiones.
Te doy gracias, Señor,
por haberme llamado,
por haberte fijado en mí,
por  invitarme
a una vida más evangélica,
por hacer de mí
palabra de tu Palabra
y luz de tu Luz,
la que viene de lo Alto
para romper la oscuridad
y las sombras
que llevan a la tristeza y a la muerte;
Luz que guía nuestros pasos
por el camino de la paz.

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