Job era un buen hombre que amaba a Dios y guardaba sus mandamientos. Él y su esposa tenían diez hijos y tenía muchos rebaños de animales y una gran riqueza.
Dios permitió que se pusiera a prueba la fe de Job. Job experimentó cosas difíciles.
Un día, muchos de los animales de Job fueron robados. Más tarde, un fuego quemó todas las propiedades de Job y mató a todos sus sirvientes y los demás animales. Luego, una tormenta derribó la casa de un hijo de Job. Los hijos de Job estaban adentro y todos murieron. A Job y a su esposa no les quedaba nada más que su salud.
Job y su esposa estaban tristes. Lo perdieron todo, incluso a sus hijos, pero Job todavía tenía fe en Jehová. No culpaba al Señor por lo sucedido.
Entonces, Job enfermó gravemente; llagas dolorosas le cubrieron el cuerpo. Job y su esposa se preguntaban por qué estaban sucediendo todas esas cosas malas.
Dios habló a Job y le mostró la tierra, las estrellas y todos los seres vivientes. Le enseñó una lección importante. Todas las cosas fueron creadas para ayudar a los hijos del Padre Celestial a aprender acerca de Su Hijo Jesucristo y a seguirlo.
Job se arrepintió y le pidió a Dios que lo perdonara por dudar. Prometió confiar en Dios. Dios sabía que Job lo amaba. Sanó a Job y lo bendijo con más hijos y el doble de la riqueza que tenía antes.
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