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jueves, 28 de marzo de 2013

JUEVES SANTO

Juan y yo, Mateo, os vamos a contar algunos detalles de la cena más especial en la que nunca hemos participado. Todas las familias de nuestro pueblo se reunían aquella noche. Comían y bebían, recordaban cómo Dios los había liberado de la esclavitud de Egipto y le daban gracias.

Jesús y cada uno de los discípulos habíamos celebrado muchas veces la cena de Pascua. Pero esta cena fue distinta. Ocurrieron cosas tan profundas, que casi no las sé explicar.

En un momento de la cena, Jesús tomó un pan y lo partió despacio, como si quisiera que no nos perdiéramos nada de lo que hacía y decía. Nos miró a cada uno de los doce apóstoles y nos dijo estas palabras:
_ Tomad, comed: esto es mi cuerpo.


Y después, cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y nos lo pasó diciendo:

_ Bebed todos; porque esta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.


Si os digo la verdad, he de confesaros que no entendimos nada de lo que nos decía. Pero poco a poco nos dimos cuenta de lo que Jesús nos quería enseñar con sus gestos y palabras. Nos daba un poco de pan y un poco de vino, pero con ese pan y ese vino nos regalaba algo mucho más valioso: su amor y su vida. 
Aún ocurrió otra cosa que nos dejó a todos impresionados, sobre todo a Pedro.

Cuando menos lo esperábamos, Jesús se levantó de la cena, se quitó el manto y, tomando una toalla, se la ató al cinturón; luego, echó agua en una palangana y se puso a lavarnos los pies a nosotros, sus discípulos, secándonoslos con la toalla que se había ceñido. Nadie se atrevía a hablar. Sólo algunos esclavos lavan los pies a sus señores... No podíamos comprender cómo Jesús, que era nuestro jefe, nuestro Señor, pudiera caer tan bajo.
Todos nos dejamos lavar los pies, pero cuando se acercó a Pedro, éste le dijo:
_ Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?


Jesús le replicó:
_ Lo que yo hago, tu no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.

Pedro le dijo:
_ No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó:
_ Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo:
_ Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.

Jesús le dijo:
_ Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio.

Cuando acabó de lavarnos los pies tomó el manto, se lo puso otra vez y nos dijo:
_ ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "El Maestro" y "El Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

¡Cuántas cosas nos enseñó Jesús en aquella cena! No las olvidaremos jamás.

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