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domingo, 6 de septiembre de 2015

LA TORRE DE BABEL

Después del diluvio, los hombres, caminando, se establecieron en una llanura en la región de Senaar. Todos hablaban una misma lengua y formaban un solo pueblo.

Una vez allí, para instalarse, se dijeron: ¡Vamos a hacer ladrillos, cociéndolos al fuego! ¡Ea, edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos!

Cuando se pusieron a trabajar, pensaron que podrían, con su esfuerzo, levantar una torre tan alta que llegase nada menos que hasta el cielo: ¡Podríamos -se decían los unos a los otros- ser grandes y poderosos! ¡Imaginaos lo estupendo que sería!

Pero sin que ellos se dieran cuenta, absortos como estaban en construir su inmensa torre, Dios había bajado del cielo.
Al ver la ciudad que sus hijos estaban edificando, pensó Dios: Todos hablan la misma lengua y forman un único pueblo. Pero no entiendo el interés que tienen en vivir todos en una torre tan alta que llegue hasta el cielo, ¡con la cantidad de sitios bellos que pueden habitar en todo el planeta!
¿Por qué no conformarse con vivir en la tierra, si yo la hice con tanto amor para ellos?

Entonces, Dios decidió confundir las lenguas de los hombres de manera que no se entendiesen entre ellos, y no les quedase más remedio que dejar de construir la torre.

Y desde entonces, llamaron a la torre Babel, que significa confusión. Dios confundió la lengua de todos los habitantes se la tierra y éstos se dispersaron por todo el planeta, habitando en lugares tan bonitos y distintos como la montaña, la costa o la selva.

Fuente: Alfa y Omega (El Pequealfa)

 

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