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domingo, 10 de octubre de 2021

EVANGELIO PARA ADULTOS

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.” 

Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. 

Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

                                                                                                   Mateo 22, 1-14




Conmueve ver el interés por parte de Dios de invitarnos a participar del banquete de las bodas del Hijo. Cuestiona, a su vez, la actitud de aquellos hombres que rechazan la invitación, mostrándose indiferentes ante u n corazón generoso que lea hace partícipes, de manera gratuita y desinteresada, de un gran don.

La primera cuestión es ver si hemos desairado la invitación y ver qué lugar ocupa Dios en nuestra vida.

El final de la parábola también nos resulta sugerente. Aquel hombre que se encuentra en la sala del banquete vestido de manera inapropiada, enseguida descubre su falta de cortesía, pues, ante la indicación del anfitrión, no abrió la boca. La hospitalidad oriental mandaba facilitar ropa adecuada para los invitados. No utilizarla suponía un desaire hacia quien la ofrecía. El Señor nos ofrece revestirnos de Cristo como propuesta segura a la hora de andar nuestro camino en la vida. Es lo propio de quien ha recibido el Bautismo convirtiéndose, por la acción de la gracia, en evangelizador. Quizá nosotros, como el invitado del Evangelio, preferimos revestirnos de nosotros mismos, manteniendo vigente al hombre viejo como expresión de un Bautismo olvidado y un Evangelio no asumido.

El Señor nos convida con una generosidad desbordada y desbordante. Ver si acudimos a su llamada y cómo lo estamos haciendo, supone para nosotros un gran reto. El Señor desea, de corazón, escogernos definitivamente. Por eso nos ha llamado.

                                                                             Carlos Escribano Subías

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