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sábado, 25 de marzo de 2023

EVANGELIO PARA ADULTOS

 En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme."

 Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?" 

Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."

                                                                                                      Mateo 9:9-13




Jesús tenía especial predilección por los peores. El pecador es el hombre alejado de Dios y por eso perdido en su destino esencial. Jesús ha venido a buscar al hombre que vive esa situación, para librarle, para redimirle, para devolverle la dignidad perdida, para perdonarle.

Esa atracción que Jesús siente por los pecadores se llama misericordia. La misericordia es un amor creativo que produce el bien allí donde no se encuentra. Es la manera que Dios tiene de amar.

Esta misericordia de Dios choca con las estrecheces humanas. Para la mente humana, y más todavía para la mente retorcida por el pecado, el amor de Dios es una locura. Sólo el que se deja amar por Dios experimenta la dilatación de su corazón y entiende que no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Sólo quien acoge el perdón de Dios puede reconocer que Jesús no ha venido a buscar a los justos sino a los pecadores. Y pecadores somos todos los hombres.

                                                                                         Demetrio Fernández

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