Pablo era un judío convencido, que perseguía a los cristianos. Era tal su odio a Jesucristo y a sus seguidores que fue uno de los que participaron en la muerte del primer mártir del cristianismo, San Esteban.
Un día que iba desde Jerusalén a Damasco para perseguir a los cristianos, Jesús se le apareció en el camino. Pablo se cayó del caballo y se quedó ciego, mientras escuchaba una voz: "¿Por qué me persigues?".
Tras recuperar la vista, Pablo se fue al desierto a meditar sobre lo que le había pasado. Así comenzó la nueva vida de quien sería más tarde uno de los misioneros más grandes de la historia.
En cuatro viajes recorrió gran parte del mundo romano, predicando y fundando Iglesias. Fue perseguido, apedreado, azotado y encadenado, lo que tuvo siempre como un orgullo porque así demostraba su amor a Jesucristo, a quien había perseguido.
Durante los años que pasó evangelizando, Pablo escribió cartas a los cristianos que había anunciado el Evangelio, para alentarlos en su fe. Esas cartas se leen hoy en día en todas las Iglesias del mundo en las celebraciones de los sacramentos.
En uno de sus viajes llegó a Filipos, en Grecia. Se trataba de la primera vez que llegaba un misionero y apóstol a Europa. Allí logró la conversión de Lidia, una vendedora de telas. Fue una de las primeras personas europeas que se convierten a la fe cristiana.
Acusado por los judíos de ir contra Dios y el César, fue llevado encadenado a Roma, porque Pablo era ciudadano romano y había pedido ser juzgado por el propio César: Se le declaró inocente.
Parece ser que de Roma pasó a España, por lo que sería el primer evangelizador de nuestro país. Al volver a Roma y coincidir con la persecución de Nerón contra los cristianos, murió decapitado por creer en Aquel al que había perseguido.