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jueves, 20 de enero de 2022

EVANGELIO PARA ADULTOS

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que ni Salomón, en todo su lujo, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos."

                                                                                                            Mt. 6, 24-34




La pedagogía de Jesús, en estos versículos del Sermón de la Montaña, vuelve a ser brillante. Él mismo nos mostrará la conclusión: "Sobre todo buscad el reino de Dios" Ésta es la prioridad. Para llegar a esta conclusión, nos invita a analizar nuestra propia vida, y lo hace presentando a dos opciones distintas, pero muy elocuentes a la hora de organizarnos: ser o tener.

Es evidente que en nuestra vida son muchas las cosas que nos ocupan y preocupan. Hay cosas que son más importantes que otras, ¿lo tenemos claro en la práctica?

Es una invitación a revisar nuestra escala de valores. A hacerlo desde el Evangelio y con mucha sinceridad y valentía. Analizar lo que realmente importa y descubrir que lo estamos viviendo, es un ejercicio de congruencia indispensable para un creyente consecuente. "Si no vives como piensas, acabas pensando como vives", dice nuestro refranero.

Por eso, Jesús se esfuerza en que tengamos claro cuál es el cimiento sobre el que vamos a construir nuestra vida, lo que realmente se va a proyectar en nuestro día a día y en nuestra relación con los demás. 

¿Qué lugar ocupa Dios en tu jornada, en tu semana, en tu familia? ¿Su presencia impregna todo lo que haces, lo que dices y todo lo que eres? ¿Dios es, de verdad, prioritario en tu proyecto de vida? ¿Es un concepto lejano o ajeno o una persona que te ama? ¿Cómo correspondes a ese amor? ¿Qué lugar ocupan los demás, especialmente los más pobres?

Construir el reino de Dios. Servir al Señor y no al dinero. Abrir nuestro corazón para compartir con nuestros hermanos. Vivir la justicia. Pueden ser apoyos eficaces a la hora de concretar nuestra escala de valores conforme al Evangelio. 

                                                                                 Carlos Escribano Subías


domingo, 16 de enero de 2022

JUAN, EL APÓSTOL

 Fue fabuloso. Yo era muy joven y con Andrés, el hermano de Pedro, íbamos con frecuencia a escuchar a Juan el Bautista, el profeta. Un día, sin esperarlo, nos señaló a Jesús de Nazaret y nos dijo quién era. Eran -no se me olvida- como las cuatro de la tarde; nos fuimos tras Él y conversamos hasta entrada la noche. Un encuentro imborrable.

Días después, mi hermano Santiago y yo estábamos con mi padre, Zabedeo, dándoles un repaso a las redes. Éramos familia de pescadores, como tantas otras junto al mar de Galilea. Pasó Jesús por allí y nos dijo a los dos hermanos que le siguiéramos. No nos lo pensamos ni un segundo. Con El nos fuimos y, de verdad os lo digo, ya nunca nos separamos de El.

¿Cómo lo íbamos a hacer? Gozaba escuchando sus enseñanzas y viendo su preocupación por todo el que estaba en necesidad. A la semana, más o menos, le invitaron a una boda en Caná y nos llevó con El. Allí conocí a su madre, María. ¡Qué bueno lo que les dijo a los camareros: "Haced lo que Él os diga! Desde entonces no me perdía nada de lo que Jesús decía y hacía.

¿Y la alegría que tuve cuando nos escogió a doce de los que íbamos con El para ser sus compañeros y enviarnos a anunciar, como el lo hacía, el Reino de Dios con nuestra palabra y nuestra vida? ¡Hasta nos dio poder para realizar milagros! ¡Una pasada! ¿Y los saltos de alegría que di al ver  que entre los elegidos estaba también mi hermano, Andrés y su hermano Pedro?

La verdad es que los doce nos llevábamos muy bien. Solamente una vez nos enfadamos un poco. La culpa fue de mi madre. Nos quería tanto, que un día le pidió a Jesús que cuando estuviera en su reino -ni ella ni nosotros sabíamos muy bien a qué se refería al hablar de este tema- nos colocara a cada uno a un lado suyo. Jesús lo solucionó estupendamente. Nos dijo que en su reino el primero tenía que ser el servidor de todos. ¡Lógico! Teníamos que ser como El...

En alguna ocasión -de tres me acuerdo yo- Jesús quiso que sólo estuviéramos presentes Pedro, mi hermano y yo: en la resurrección de la hija de Jairo, el jefe de la sinagoga, cuando se transfiguró en la cima del monte Tabor y pco antes de la traición de Judas, uno de los doce, durante su oración en el huerto de los olivos. Lo de Judas yo ya lo sabía; me lo había dicho Jesús mismo un rato antes, casi al final de la cena. Una confidencia que me impresionó la tira.

¿Sabíais que pude seguir muy de cerca todo el proceso de Jesús? ¡Qué pena me dio cuando Pedro negó  a Jesús! ¡Pero qué alegría al ver su arrepentimiento después de encontrarse con su mirada! Y también estuve al pie de la cruz acompañando a María, la madre de Jesús. ¡Cómo sufría al ver a su hijo! Y, desde luego, nunca me habría imaginado lo que Jesús hizo entonces conmigo: me dijo -¡casi nada!- que su madre era mi madre. Y yo así la cuidé hasta que murió.

¡Cómo corrimos Pedro y yo! Íbamos al sepulcro de Jesús. Queríamos comprobar lo que algunas mujeres del grupo habían dicho: la tumba estaba vacía. Pedro llegó con la lengua fuera. Yo, más joven, le esperé y dejé que entrase el primero. Efectivamente, Jesús no estaba en el lugar de los muertos. Poco después le vimos vivo y ¡vivo para siempre! Había resucitado.



         



sábado, 1 de enero de 2022

MOISÉS (Relatos Bíblicos para niños de Ed. Infantil)

Moisés vivía en el palacio del rey. Pero aquello no era para él. Él era un hijo del pueblo de Israel. El rey de Egipto había hecho esclavo al pueblo de Israel. Hombres con duros látigos les hacían trabajar más y más.

Moisés intentó ayudarlos, pero sólo consiguió que el rey se enfadase.

Por eso, Moisés huyó lejos, muy lejos, a otro país, donde trabajó como pastor.

Un día, mientras estaba cuidando las ovejas, vio algo muy extraño. En medio de un arbusto se encendió un fuego. Posía ver las llamas, pero el arbusto no se quemaba. Moisés se acercó más.

Entonces oyó una voz que lo llamaba por su nombre.
-¡Moisés!, ¡Moisés!

Era Dios quien le hablaba.

-Tengo un trabajo especial para ti -le dijo Dios-. Lo se todo acerca del malvado rey de Egipto y las horribles cosas que hace. El pueblo de Israel es mi pueblo. Ve y dile al rey que deje marchar a mi pueblo.

-No puedo hacer eso -se excusaba-. El rey de Egipto está muy enfadado conmigo.

-Podrás hacerlo si yo te ayudo -le contestó Dios-. Di a mi pueblo lo que he dicho. Dile que ya es hora de que tengan una tierra propia. Si tienes miedo, lleva a tu hermano Aarón contigo.

Moisés y Aarón fueron a ver al rey de Egipto.

-Dice Dios que dejes marchar a su pueblo.

-¿Dios? ¿Y quién es ese Dios? -preguntó el rey.

Y hacía trabajar a los israelitas mucho más que antes. Por eso, Dios envió a Moisés para que avisase al rey.

-Deja marchar a mi pueblo o sucederá un terrible desastre: no tendrás agua limpia.

El rey dijo que no.

Yno hubo agua limpia para beber. Fue la primera plaga.

Dios mandó a Moisés para que avisara de nuevo al rey.

-Deja marchar a mi pueblo o te enviaré un terrible desastre.

¡Aparecerán ranas por todas partes: ranas en la sopa y hasta ranas en tu cama!

El rey dijo que no.

Y hubo ranas por todas partes, brincando y saltando. Fue la segunda plaga.

De nuevo envió Dios a Moisés a avisar al rey.

-Deja marchar a mi pueblo o habrá mosquitos, molestos mosquitos, por todos los rincones.

El rey dijo que no.

Entonces, hubo mosquitos zumbando por todas partes. Fue la tercera plaga.

Llegaron nuevas y duras plagas, cuatro, cinco, seis... hasta diez.

-Está bien -gimió finalmente el rey-. Dile a Dios que dejaré marchar a su pueblo.

Tu primera Biblia. Edebé