Jesús iba camino de Jerusalén. Era la época de la Fiesta y la ciudad estaba llena de gente. Por eso quedó en una casa de Betania donde vivían las hermanas Marta y María y su amigo Lázaro. No estaba lejos de Jerusalén.
María se sentó en los pies de Jesús que escuchaba sus palabras. Mientras, Marta se afanaba preparando la comida y limpiando la casa. Hasta que se paró y le dijo a Jesús:
-¿No te importa que María me deje sola con las tareas? Dile que tiene que ayudarme.
María prefería escuchar a Jesús. No quería perderse una sola palabra.
-Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, cuando una sola es necesaria -le dijo Jesús.
Jesús quería que Marta escuchara también. Él no necesitaba una comida especial y no le importaba que hubiese polvo en la casa.
Marta, María y Lázaro querían a Jesús, y Jesús los quería a ellos.
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Lázaro se puso enfermo y las hermanas Marta y María enviaron un recado a Jesús:
-Tu amigo está enfermo.
Pero Jesús no llegó a tiempo y Lázaro murió.
Cuando Jesús llegó, Marta salió a recibirlo. Sus ojos estaban enrojecidos de tanto llorar.
-Si hubieses llegado antes... -le dijo ella-. Dios hace todo lo que le p ides. Podías haber curado a Lázaro. Pero ahora está muerto, ya lo hemos enterrado.
María le dijo lo mismo:
-Si hubieses llegado antes...
Y comenzaron a llorar de nuevo. Jesús también lloró. Pero tenía una sorpresa para Marta y María.
-Lázaro volverá de nuevo a la vida -les dijo Jesús-. Dios quiere que esto suceda. Ésta es la mejor noticia de todas. Todos los que confían en mí vivirán aunque mueran.
Jesús se quedó de pie en la entrada de la cueva en la que Lázaro estaba enterrado.
-Lázaro, sal fuera -lo llamó Jesús.
Y Lázaro salió.
Tu primera Biblia. Edebé.