-Necesitamos agua -dijo la madre de Rebeca.
-Ahora mismo la traigo -se ofreció Rebeca, mientras cogía la jarra de barro y la ponía sobre su hombro.
Y se dirigió al pozo a buscar agua.
Mientras caminaba, Rebeca iba cantando. Cuando llegó al pozo, llenó la jarra hasta el borde. Ahora pesaba mucho. Rebeca iba con cuidado para no derramar el agua.
Junto al pozo, Rebeca vio unos camellos que parecían sedientos.
"Han debido de hacer un largo camino", pensó la joven.
Y empezó a contar los camellos.
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, ¡diez!
En aquel momento, uno de los hombres que estaban junto a los camellos se dirigió a Rebeca.
-¿Puedes darme un poco de agua para beber?
Rebeca era muy prudente con los extraños.
Pero ese hombre no tenía jarra para beber y tenía aspecto de estar cansado y de tener sed.
-Claro que sí -le contestó-. ¿Son suyos esos camellos? También les daré agua.
El hombre se puso muy contento. Y, ante el asombro de Rebeca, abrió su bolsa y le regaló dos pulseras de oro.
-Me gustaría saber quién es tu padre -le preguntó el hombre-. Necesito un lugar para pasar la noche.
-Mi padre se llama Betuel -respondió Rebeca. Y se fue corriendo a avisar a su madre.
¡Betuel! El hombre apenas podía creer lo que oía.
-Llevo el encargo de Abraham de encontrar a un sobrino llamado Betuel. Gracias, Dios mío, por ayudarme a encontrarlo.
El hermano de Rebeca se ocupó de los camellos y su madre sirvió una estupenda cena al visitante. Después de cenar, él les contó el motivo de su visita.
-Abraham me ha enviado. Su hijo Isaac ya es un hombre -explicó el visitante-. Vengo a buscarle esposa. Estaba junto al pozo pidiendo a Dios que me ayudase, cuando apareció Rebeca. Fue muy amable. Estoy seguro de que es la chica que le conviene a Isaac.
Después de decir esto, volvió a abrir su bolsa, que estaba llena de maravillosos regalos para Rebeca y su familia.
-Tengo que regresar enseguida a casa -dijo el hombre-. ¿Puede venir Rebeca conmigo?
-Si -accedió ella-. Iré.
Fue un viaje muy, muy, muy largo. Y, finalmente, llegaron a casa de Abraham.
Isaac salió a recibirlos. Al principio, Rebeca sentía vergüenza. Pero Isaac se enamoró de ella nada más verla. Nunca se ha visto una boda más feliz.
Tu primera Biblia. Edebé.
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