Un día apareció un hombre en el horizonte
y reavivó las ascuas de nuestra esperanza apagada.
Un día llegó un hombre que tenía magia en la voz,
calor en sus palabras y embrujo en su mensaje.
Un día vino un hombre con el amor en sus gestos,
con la fuerza de su ser y con un corazón grandísimo.
Un día vino un hombre con la alegría en sus ojos,
la libertad en sus manos y el futuro en sus hechos.
Un día vino un hombre que hablaba cual ninguno,
invitándonos a cambiar de vida y ser hermanos.
Un día vino un hombre con la ternura en sus signos,
con la bondad en sus besos y la hermandad en sus hombros.
Un día vino un hombre que rompió nuestros esquemas
para hacernos hijos y ciudadanos libres aquí y en su Reino.
Un día vino un hombre sencillo y humilde
que nunca se consideró centro de sus actuaciones.
Un día vino un hombre que se compartió
porque no buscaba engañarnos ni aprovecharse.
Un día vino un hombre con el Espíritu sobre sí,
con la felicidad en su vivir, con el sentido en su morir.
Un día vino un hombre con el tesoro de su Reino,
con la vida en su cruz, con la resurrección en su fe.
Un día viniste Tú...
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