Sansón era un israelita al que Dios dio una fuerza extraordinaria para salvar a su pueblos de los filisteos, una nación vecina que los había sometido. Sus padres lo consagran a Dios y lo convierten en nazar, por eso no podía beber alcohol ni cortarse el pelo. Si se lo cortaba perdería su fuerza que venía de dios.
Cuando creció, Sansón se enamoró de una mujer filisteo, del pueblo de sus enemigos. El día de la boda los filisteos le engañaron y, del enfado, les declaró la guerra y con una quijada de burro mató a un ejército de mil hombres.
Para que los filisteos supieran que no tenían nada que hacer contra Sansón, fue a su ciudad más importante y arrancando las puertas de las murallas, unas puertas enormes, se las llevó a cuestas.
Su fuerza era tan grande que un día se encontró con un león y lo mató con sus propias manos como si fuera un cordero, según dice la biblia. Quizá sea esta la hazaña más recordada de Sansón.
Los filisteos, para librarse de Sansón, le pagaron a Dalila, una mujer muy hermosa, para que averiguara el secreto de la fuerza de Sansón. Después de muchos intentos, Dalila lo avergiuó y cuando Sansón estaba durmiendo le cortó el pelo.
Al perder su fuerza, enseguida cayó en manos de sus enemigos que lo hicieron prisionero, y todavía asustados por la fuerza que había tenido Sansón, le dejaron ciego y le pusieron a tirar de una rueda de molino como si fuera un animal.
En las fiestas del dios de los filisteos, éstos quisieron reírse de su prisionero y del Dios que ya no le daba su fuerza, y lo llevaron a su templo. A Sansón le había ido creciendo el pelo, por lo que recuperó su fuerza y, apoyándose en las columnas que lo sostenían, derribó el templo y así murió junto a sus enemigos.
Sansón siempre ha sido imagen del hombre que, elegido por Dios para realizar una misión, cede a sus debilidades y no le es totalmente fiel -por eso fue vencido por Dalila- pero que siempre puede volver al camino trazado por Dios.
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